Ese rostro
Su rostro delicado me estremeció, su rostro manchado de polvo de tierra saltaban a mi vista. Su rostro me decía el sufrimiento que pasaba. Ningún transeúnte figuraba en la orilla del camino. Ese rostro indicaba la crueldad del tiempo, pero más, la inhumanidad del hombre orgulloso. Ese rostro, desbaratado, accidentado, sangrado, golpeado, humillado. Rostro sin rostro, que es o parece ser pero se duda que sea. Ese rostro que clama desde el rincón, desde allá a lo lejos donde nadie quiere voltear a ver, donde nadie se detiene a acercarse a limpiar, a lavar, a sanar, bendecir, acariciar, desempolvar; donde nadie, ni el pobre, ni el rico, ni el santo y ni el maldito lo ven. Ese rostro... ese rostro... ese rostro... no, no es uno, son muchos, muchos que están donde no, donde no queremos ver. Ese rostro está, sentado, de rodillas, acostado, pidiendo a gritos, para ver y haber cuándo nos acercaremos a darle una gota de agua por su intensa sed, ponerle la palma de la mano para cubrir su frente, cuándo le daremos un maíz para su alimento, una bola de algodón para abrigarse, un pedazo de papel para que exprese. No se, no se. Ese rostro, me estremeció, allá, allá a lo lejos,…muy cerca de mi ser.
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